5 molinos que puedes encontrar haciendo la Via Blava Anoia
La Via Blava Anoia no solo es naturaleza y caminos junto al río; es también un viaje por la historia de una comarca que ha vivido del curso del agua. Durante siglos, los molinos fueron el motor económico de la Anoia: primero para moler grano, después para la industria papelera y textil. Aún hoy, sus muros nos cuentan la vida cotidiana de aquellos tiempos. Recorrer la Vía Blava es también reencontrarse con este patrimonio.
1. Molino de los Moletons (Vilanova del Camí):
El Molino de los Moletons es uno de los más representativos de la zona, situado estratégicamente junto al río Anoia. Inicialmente destinado a moler cereales, más adelante se adaptó a otros usos, como ocurrió con muchos molinos de la cuenca. Su emplazamiento muestra claramente cómo el agua era un recurso clave para transformar el paisaje e impulsar la actividad económica local.
2. Molino de la Sala (Jorba):
El Molino de la Sala es otro testimonio del pasado agrícola e industrial de la comarca. Como muchos molinos, combina historia y entorno natural, ya que se ubica en un punto donde el río ofrece un caudal constante. Paseando por la Via Blava, su presencia recuerda cómo cada pueblo aprovechaba al máximo los recursos naturales. Hoy quedan restos, protegidos por una hiedra que lo cubre por completo.
3. Molino Blanco (Igualada):
En Igualada encontramos el Molino Blanco, uno de los conjuntos más singulares. A lo largo del tiempo pasó de molino harinero a fábrica papelera, un ejemplo claro de la capacidad de reinventarse de la industria local. Hoy es un espacio de memoria, muy ligado al pasado papelero de la ciudad, y se ha convertido en un punto de referencia patrimonial. Actualmente funciona como el Hotel Molí Blanc.
4. Molino de Cal Guarro (La Pobla de Claramunt):
El Molino de Cal Guarro, situado en la Pobla de Claramunt, fue uno de los molinos papeleros más emblemáticos de la Anoia. Construido en el siglo XVIII por la familia Guarro, aprovechaba la fuerza del agua del río para producir papel y se convirtió en un referente de la industria local. Aunque fue derribado recientemente, aún se conserva la chimenea, que recuerda la importancia de este patrimonio vinculado a la tradición papelera de la comarca.
5. Molino de Rigat (Vilanova del Camí):
Finalmente, el Molino de Rigat es otra parada destacada de la Via Blava. Su estructura (que todavía puede verse) y ubicación nos recuerdan la red de molinos que, como una auténtica columna vertebral, dieron vida a los pueblos de la Anoia. Cada piedra de su muro cuenta una historia de ingenio, esfuerzo y adaptación al entorno.
6. Patrimonio vivo a pie de camino
Estos cinco molinos —Moletons, Blanco, Sala, Cal Guarro y Rigat— son solo una muestra del rico patrimonio que acompaña la Via Blava de Anoia. Más que edificios antiguos, ruinas o hoteles, son testigos de una manera de vivir ligada al río y al trabajo de la gente. Redescubrirlos es entender que el agua no solo dibuja el paisaje, sino que también ha modelado la historia y la cultura de la comarca.
Caminar por la Via Blava es, por tanto, también una manera de reconectar con este legado: cinco joyas de piedra y agua que todavía hoy nos hablan en silencio del pasado.
Además, si queremos recordar el oficio que se realizaba en un molino, se puede visitar el Museo Molí Paperer de Capellades, donde enseñan el arte de fabricar papel.






